miércoles, 2 de marzo de 2016

Sin estadísticas


A pesar de nuestra supuesta complejidad, el ser humano siempre termina funcionando por patrones. Perfectamente clasificados en miles de categorías, para que ninguno de nuestros pensamientos, ideas, decisiones, aciertos o errores se queden sin catalogar. Algo a todas luces necesario si se tiene en cuenta que, para darle una explicación a cualquier concepto, antes es preciso que lo clasifiquemos en nuestra cabecita y le busquemos su lugar. El abanico de posibilidades y circunstancias al que nos enfrentamos cada día, incluso a cada segundo, es tan amplio que resulta inabarcable para cualquier mente que no funcione con binarios.

El ser humano necesita clasificar la realidad para comprenderla. De ahí, no es de extrañar que terminara por surgirnos la necesidad de elaborar unos documentos que recogieran todos los datos que no podríamos almacenar de otra manera. Para poder consultarlos, analizarlos, y poder hacernos una idea de lo que nos rodea, aún a sabiendas de que nunca llegaremos a comprender su totalidad, y partir de una base de conocimiento previo antes de tomar una decisión.

Transformar la realidad en datos, delimitarla en cifras, no es una tarea sencilla. Para ello tuvimos que echar de nuevo mano a las matemáticas, y ella nos prestó la estadística. A expensas de saber que no es exacta, nos proporciona esa ligera idea que pedíamos. Una especie de apoyo al que amarrarnos cuando tenemos que dar respuesta a preguntas que habrían sido incontestables de no haber podido contar con ella.

La cuestión es, ¿por qué estoy escribiendo este rollo? Porque, a pesar de disponer un Anuario Estadístico de España, a cargo de nuestro afamado y reconocido Instituto Nacional de Estadística, nunca me había metido a consultar la remuneración que podría llegar a obtener en mi vida cuando decidí estudiar periodismo. Y que no se me malinterprete, con esto no quiero decir que eligiera esta profesión por dinero, de ser así lo mío sería un fallo de nacimiento que ya no se podría arreglar, sino que habría sido interesante informarme –sobre todo si lo mío iba a ser la información- de si mi pasión terminaría por darme de comer.

Según el indicador de Contabilidad, en su apartado de Remuneración de los asalariados por ramas de actividad, el sector de la Información y las Comunicaciones es el que presenta cifras más bajas (19.776 en 2008 y 20.370 en 2013), después de la agricultura, ganadería, silvicultura, pesca y, paradójicamente, las actividades inmobiliarias, que se enfrentan a la realidad más dura.

En conclusión y desmintiendo todo lo dicho anteriormente, hay decisiones que tomamos por impulso, sin clasificar ni analizar el panorama. Simplemente lo elegimos, así, sin más, por eso que llamamos pasión y que tantos dolores nos suele dar de cabeza. Porque, después de todo, hay una cosa que nos importa todavía más que comer; despertarse con una sonrisa todos los días por saber –pero sin saberlo- que has tomado la decisión correcta.


Aún sin estadísticas, cifras y datos que la amparen, lo sabes. Porque dejaste que eligiese el corazón.

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