miércoles, 13 de abril de 2016

Obituario Ficticio: Amancio Ortega, viste de negro escaparates y corazones



Cuando la vida llega a su final es el momento de rendir cuentas. Poco importan entonces las cifras, lo único que se irá contigo será aquello que lleves encima. De lo que no te puedes desprender, lo que te conformó cada uno de tus días y que definirá lo que fuiste. Lo que ya jamás podrás ser. Ahí, sólo frente a la muerte y con una sola petición, salir ileso de esa. Para no marcharte del todo, para quedarte siendo recuerdo. Y que nada pueda arrebatarte tu pedacito de eternidad.

Como un hombre de gustos sencillos, con la segunda mayor fortuna del mundo estimada en 64.000 millones de euros, y que aun así a sus 80 años seguía acercándose a la cantera de su empresa para comer y charlar con sus empleados, podría ser una buena definición con la que recordar a Amancio Ortega. Su legado le precede y hoy cientos de titulares se vestirán con sus mejores palabras para decirle adiós al gran magnate de la moda, que ha fallecido este martes 12 de abril en La Coruña.

Natural de Busdongo de Arbas (León) se trasladó a La Coruña siendo un adolescente, donde comenzó a trabajar en una camisería y una mercería. Tras dejar su puesto en 1963, fundó con la que entonces era su mujer, Rosalía Mera, una pequeña de batas de señora que terminaría por convertirse en una empresa de fabricación textil llamada Goa. Plantando así la semilla de lo que terminaría por convertirse en una de las cadenas de tiendas de moda más importantes del planeta, cuando en 1975 Zara abría sus puertas por primera vez.

Diez años después nacía el grupo Inditex, que ya contaba en sus espaldas con numerosas fábricas, tiendas y un centro logístico, conformando todo lo que necesitaba para dar su salto a Portugal, llegando incluso a conquistar Nueva York. No obstante, al gallego nunca le gustó ser el centro de atención, y así lo demostró cuando decidió no presentarse al estreno de las acciones de su empresa que salieron a Bolsa en 2011.

Y es que a Ortega nunca le gustaron los eventos públicos en los que tuviera que ponerse una corbata. Las únicas veces que se dejó ver fueron junto a su hija, Marta Ortega, y su nieto, o con su actual mujer Flora Pérez. Su reconocida obsesión por pasar desapercibido provocó que su rostro fuera todo un misterio hasta la primera aparición de una fotografía suya en los noventa. Hasta entonces nadie fuera de su círculo le ponía cara al fundador del imperio Zara.

Ahora, los tiempos han cambiado y los escaparates de millones de tiendas en todo el mundo se vestirán de luto para despedir a su creador.

Porque ese es su legado, se ponga corbata o no. La moda siempre llevará su nombre.


“Este es un obituario ficticio realizado como práctica para la asignatura de Periodismo Especializado en Ciencia y Cultura.”

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