miércoles, 18 de mayo de 2016

No somos amigos


No somos amigos. Joder, ni siquiera podemos estar juntos en la misma habitación sin que la tensión pueda apartarse con los dedos. Como ahora, por ejemplo, que estamos sentados en la misma mesa, en sus lados opuestos, y esto parece que se fuera a romper por la mitad. No nos soportamos, pero ¿Cómo hacerlo? Con esas sonrisillas de autosuficiencia que se dibujan en la cara mientras hablan. Que si su trabajo es complementario al nuestro, que si nos necesitamos mutuamente… aunque a la hora de la verdad cada uno de nosotros mire por su propio interés sin pensar en el resto. Pero es necesario, cuando se trata de trabajo la prioridad es salvarse el pellejo.

Sálvese quien pueda. ¿Y qué vamos a decir? Si estamos en un auditorio rodeado de alumnos que esperan de verdad que los años invertidos en esta facultad llegue a servirles de algo. ¿Quiénes somos nosotros para revelarles el futuro que les espera? Hay golpes que es mejor darse uno mismo, de primeras, a ver si así la herida cicatriza mejor al aire.

Todavía no saben qué camino escoger y aquí estamos, sentados en lados opuestos de una misma mesa, intentando que nuestras palabras puedan orientarles en semejante decisión. Nosotros, que hemos probado todos los caminos posibles, que hemos mordido la manzana prohibida. Y la podrida también. Que hemos tomado atajos y nos hemos tragado atascos. Aquí estamos.

Al cabo, todo esfuerzo conlleva una recompensa, y supongo que la nuestra es poder servir de ejemplo a estos jóvenes que, desde sus asientos, querrían llegar a ser como nosotros. O a ocupar nuestros puestos. Quién sabe. Los conceptos se han prostituido tanto que es difícil delimitar dónde termina la admiración y comienza la sucesión. Mierda, me temo que tenemos una cuerda rodeándonos el cuello.

La cosa es que no somos amigos. Pero porque somos lo mismo, el mismo maldito polo de la pila. O del globo, me da igual. Nuestros métodos, estrategias, engaños y objetivos, lo sabemos todo del otro, porque alguna vez nosotros también estuvimos sentados al otro lado de la mesa. Y es curioso que no nos soportemos, cuando sabemos manejarnos a la perfección. Mutuamente, conocemos las palabras que abren puertas y las peticiones que las cierran para siempre. Sabemos qué cuerdas tocar para que suene música y qué hilos cortar para que se callen.

Que ambos somos necesarios para la profesión, no lo pongo en duda. Después de todo, nos basamos en contrastes. La percepción de la diferencia es la mejor manera de conocer lo semejante. Y viceversa. Somos iguales desde nuestros extremos, que se tocan, nos parecemos tanto que la atracción es inevitable. Como esta tensión que puede apartarse con los dedos.

Llegados a este punto, no creo que sea necesario que diga en qué lado de la mesa me encuentro. Si me explicado bien habréis comprendido que tal información es irrelevante, que todo lo que he dicho podría haber sido afirmado por el otro, pero con una voz distinta. Y una apariencia distinta.

¿No somos todo apariencia? Cuando nos sentamos frente a este auditorio plagado de alumnos asegurándoles que somos amigos. Aunque no nos soportemos. Si llegan lejos aprenderán que en esta profesión priman los contactos, la agenda, y los favores reclamados y pedidos entre cafés y cigarros.
Porque eso es lo que somos. El mismo polo de una pila que no podría funcionar sin el otro. 


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